Saltar al contenido

Hacer, hacer y hacer: ¿Nos ciega? ¿Me ciega?

He tenido una conversación con una amiga donde hemos estado hablando sobre distintos temas de la vida. Uno de ellos ha sido el “hacer, hacer y hacer”, y me ha resonado profundamente.

Vivimos inmersos en un sistema que nos empuja a estar en constante movimiento, enfocados en hacer cosas sin parar. Desde pequeños, parece haber un único camino marcado por una serie de objetivos consecutivos:

  • Estudiar para trabajar.
  • Conseguir un trabajo estable.
  • Tener pareja.
  • Comprar una casa y un coche.
  • Tener hijos.

Los primeros años los pasamos estudiando asignaturas generales. Pero hacia los 16-18 años llega la presión de tomar decisiones importantes: ¿qué estudiar para integrarte en el mundo laboral? Una vez alcanzado el «trabajo estable», se intercalan otros objetivos, como formar una familia o adquirir propiedades. Todo parece seguir un guion que promete éxito y seguridad. Sin embargo, en mi caso, aunque seguía este camino al pie de la letra, me sentía completamente perdida. ¡Qué ironía! Tener un camino claro y sentirme así.

¿En qué momento paramos?

Parece que detenernos está mal visto. Cuando dejé mi trabajo como ingeniera, muchas personas me preguntaban:

  • «¿Qué vas a hacer ahora?»
  • «¿Estás segura?»
  • «¿Lo has pensado bien?»

La presión por responder con acciones concretas y socialmente aceptables era abrumadora. Pero, internamente, mi respuesta honesta era: «No voy a hacer nada. Simplemente parar.»
Decir esto parecía impensable. El parar no se contempla como opción, y si lo haces, puede percibirse como una decisión errónea o irresponsable.

Parar, para mí, fue mucho más difícil que hacer.

El hacer me disociaba; me mantenía enfocada en lo externo y lejos de mi interior. Parar implicaba enfrentarme a la incertidumbre, a mis pensamientos, a mis sentimientos. Fue un desafío enorme, porque mi zona de confort era el constante movimiento. Sin embargo, descubrí que el hacer sin parar me cegaba: me alejaba de mí misma y de mi propia realidad.

El valor de parar

Cuando finalmente me permití detenerme, empecé a observarme, a cuidarme y a tomar decisiones desde otro lugar. Comprendí que el hacer sin pausa me alejaba de mi autenticidad y de lo que realmente necesitaba. Había construido una realidad para cumplir expectativas ajenas: de mi familia, de la sociedad, de lo que creía que debía ser. Pero no era feliz.

Las preguntas que me surgieron durante ese periodo fueron duras:

  • ¿Quién soy?
  • ¿Qué quiero hacer?
  • ¿Qué me gusta realmente?
  • ¿Estoy viviendo la vida que quiero?

Responderlas me llevó a un estado de crisis, lo que en coaching existencial llamamos estado CRASH (Contraction, Reaction, Analysis, Separation, Hurt). Me di cuenta de que muchas de mis decisiones no eran realmente mías; eran reflejo de lo que otros esperaban de mí.

Con el tiempo, aunque no siempre tengo todas las respuestas, he aprendido a vivir en paz con la incertidumbre. Ahora siento que estoy construyendo un camino más consciente, que fluye entre el hacer y el parar. Este equilibrio me permite decidir sin culpa ni resentimiento, respetando mi propio ritmo, no el que impone el mundo.

El péndulo entre hacer y parar

Durante años, viví en un extremo del péndulo, obsesionada con el hacer. Cuando solté esa necesidad, me fui al otro extremo: paré en seco, especialmente en el ámbito profesional. Ahora siento que el péndulo encuentra un ritmo más armonioso, balanceándose entre hacer y parar.

Reconozco que mi ritmo es más pausado de lo que había aceptado antes, y que eso está bien. Estar constantemente enfocada en obtener resultados no me llenaba. En este nuevo equilibrio, permito que el camino sea tan importante como el destino, respetando mis tiempos y necesidades.

Reflexión final

El equilibrio entre hacer y parar no es algo que se logre de un día para otro. Pero este viaje hacia la autenticidad me está enseñando que ambos son necesarios. Cada día estoy más cerca de una realidad alineada conmigo misma, donde el ritmo no lo marca el sistema, sino mi propio ser.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comentarios (3)

Lobly jobly! Good Luck for everything…

Responder

En mi caso, la vida me paro, mi mente no podía más, el «HACER» anterior me ayudó a tener tiempo para «PARAR» de forma real, aprendo a observarme con más calma y más profundamente, y ves que el tiempo y las propias reflexiones són aliados importantes. Aún me rio cuando me dicen que me pasaran por delante si no espavilo, me rio porque ya ni lo reflexiono, veo mi camino despejado aprendiendo a tomar mis riendas con más fuerza que nunca 🙂
Una abraçada Adriana!

Responder

En primer lugar gracias por comentar. Me ha encantado leer tu reflexión. Ver como vamos teniendo diferentes percepciones con el tiempo y como me alegra que veas tu camino despejado me llega libertad con esa visión y capacidad de crear, construir, observar, disfrutar, etc. Un abrazo enorme, me encantará que me vayas compartiendo este camino. Una abraçada tendre!!!!

Responder